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¿ Qué significa ser autoconsciente?


Imagina un animal que es capaz de reconocerse en un espejo, que entiende que lo que ve no es otro individuo, sino él mismo. Este nivel de percepción, que llamamos autoconciencia, es más básico que lo que los humanos experimentamos como conciencia plena, pero representa un paso importante en la evolución.


Ahora bien, esta autoconciencia no surge por casualidad. Está relacionada con cómo los animales interactúan entre sí, especialmente en especies que viven en grupos, como los primates no humanos. Estas especies desarrollaron una capacidad particular: las neuronas espejo. ¿Qué hacen estas neuronas? Básicamente, permiten que un individuo "simule" en su mente lo que ve que otro hace o siente. Si un mono ve a otro estirarse para alcanzar un plátano, sus neuronas espejo activan las mismas áreas del cerebro como si fuera él quien realizara el movimiento. Y no solo eso: estas neuronas también facilitan la empatía, esa habilidad de sentir lo que otro está experimentando.


Aquí entra en juego un punto importante: en los animales sociales, la vida en grupo no es siempre armoniosa. Cuando un miembro del grupo sufre, los demás lo perciben. Y esta percepción, al estar mediada por la autoconciencia, puede generar ansiedad. ¿Por qué ansiedad? Porque para estos animales, el bienestar del grupo es esencial para la supervivencia individual. Si un miembro del grupo está en peligro, todo el grupo podría estarlo. Este tipo de ansiedad no es necesariamente negativo; en realidad, impulsa procesos evolutivos.


¿Y qué sucede cuando esta ansiedad aparece? Es aquí donde ocurre algo relevante. Para limitar la ansiedad, los animales desarrollan nuevas capacidades. Por ejemplo, comienzan a mostrar comportamientos empáticos: ayudan a calmar al miembro que sufre. También desarrollan imitación, aprendiendo nuevas habilidades al copiar a los demás, lo que mejora la cooperación dentro del grupo. Incluso, con el tiempo, se forma un precursor del lenguaje: sonidos o gestos que permiten comunicar estados emocionales o alertar sobre peligros. Todo esto fortalece la cohesión grupal y aumenta las posibilidades de supervivencia.


Pero hay algo más. Este proceso de desarrollo no se detiene. A medida que estas habilidades sociales y emocionales crecen, generan un ciclo de retroalimentación positiva: cuanto más consciente es un individuo de sí mismo y de los demás, más mejora su capacidad para interactuar en el grupo, y cuanto mejor es esta interacción, más se acelera el desarrollo de la autoconciencia. Eventualmente, este proceso da lugar a algo que solo los humanos hemos alcanzado completamente: la conciencia plena. Este estado avanzado no solo implica reconocerse a uno mismo, sino reflexionar sobre lo que se siente, planificar a futuro y desarrollar pensamientos abstractos.


Este modelo ayuda a entender cómo la conciencia podría haber evolucionado y también abre puertas para explorar otros fenómenos. Por ejemplo, ¿cómo experimentan la autoconciencia los delfines y los grandes simios? Sabemos que ambos grupos tienen un alto grado de autoconsciencia, pero no llegan a la conciencia plena. También surgen preguntas sobre los problemas en la regulación de la ansiedad. El modelo sugiere que cuando no se logra limitar la ansiedad adecuadamente, pueden surgir trastornos como el autismo, donde las interacciones sociales y emocionales están afectadas.


Además, plantea una idea interesante: la ansiedad fue un problema a superar y también un motor evolutivo que moldeó el desarrollo de las emociones. Emociones como la compasión, el miedo controlado y la solidaridad se desarrollaron como parte de la necesidad de gestionar la ansiedad generada por la vida en grupo.


La evolución de la conciencia no fue un salto repentino, más bien fue un proceso gradual que comenzó con la autoconciencia, alimentado por la vida en grupo, la empatía y la limitación de la ansiedad. Esto nos recuerda que incluso nuestras emociones tienen orígenes arraigados en nuestra historia evolutiva.

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