
Cuando hablamos o escribimos, pocas veces pensamos en cómo funciona nuestro cuerpo en ese proceso. Pero, ¿y si te dijera que la lengua y el gusto juegan un papel esencial en el lenguaje? Jacques Derrida, un filósofo francés, se preguntaba: “¿Cómo está la escritura involucrada en el habla?”. Y, según algunos estudiosos, podríamos decir que escribimos con la lengua tanto como con la mano.
La Boca Como Escenario de Escritura
Imagina que la boca es un cuaderno en blanco y la lengua es el bolígrafo. Cuando pronunciamos palabras, nuestra lengua toca distintas partes de la boca y los dientes para darles forma. Este movimiento físico también nos permite saborear las palabras, de una manera literal y figurada. De hecho, hay idiomas en los que se dice que alguien tiene "buen gusto" para hablar, lo que refuerza esta conexión entre lenguaje y sabor.
Pero hay más. No solo sentimos las palabras cuando las pronunciamos, sino que también podemos recordar ciertos sabores asociados a recuerdos o emociones. Por ejemplo, la famosa escena de la "madeleine de Proust", una escena de la novela "En busca del tiempo perdido" de Marcel Proust en la que el protagonista, al probar una magdalena mojada en té, revive de manera involuntaria recuerdos de su infancia, nos muestra cómo un simple sabor puede traer de vuelta memorias de la infancia.
Hablar y Probar: Dos Acciones Conectadas
Michel Serres, otro filósofo, decía que "la lengua que habla mata a la lengua que saborea". Es decir, cuando hablamos, no prestamos atención al gusto. Pero ¿y si no fuera tan sencillo? Algunos investigadores creen que cada palabra tiene un "autogusto", una sensación única que experimentamos al pronunciarla.
¿Quién fue Michel Serres?
Michel Serres (1930-2019) fue un filósofo e historiador de la ciencia francés. Su trabajo se enfocó en la relación entre la ciencia, la literatura y la filosofía, explorando cómo el conocimiento humano se ha desarrollado a través de la historia. Serres promovió una visión interdisciplinaria del saber, argumentando que la ciencia y las humanidades deben complementarse en lugar de oponerse. Entre sus libros más destacados se encuentran "El contrato natural" y "Los cinco sentidos", en los que analiza la relación entre el ser humano y el mundo a través de la percepción y la naturaleza. filósofo, decía que "la lengua que habla mata a la lengua que saborea". Es decir, cuando hablamos, no prestamos atención al gusto. Pero ¿y si no fuera tan sencillo? Algunos investigadores creen que cada palabra tiene un "autogusto", una sensación que experimentamos al pronunciarla.
Piensa en la palabra "chocolate". Cuando la dices, ¿te imaginas su sabor? ¿Sientes una cierta dulzura en la boca, aunque no lo estés comiendo? Muchas personas asocian sonidos con sensaciones, y esto podría explicar por qué ciertos poemas o discursos nos producen placer.
Escritura y Memoria: Un Sabor Persistente
Sigmund Freud, el padre del psicoanálisis, habló sobre la memoria como un "bloc de notas místico". Para él, nuestros recuerdos están impresos en la mente como si fueran palabras escritas. Pero, ¿y si en vez de tinta usáramos el sabor? Al igual que ciertos olores pueden transportarnos a un momento del pasado, los sabores también nos conectan con memorias.
Por ejemplo, imagina que una niña de dos años pasa todo el día sin comer y, en medio de la noche, dice en sueños: "fresas, tortillas, papilla". Su mente no solo está recordando comida, sino que está evocando sabores. ¿Podría ser que nuestros pensamientos también tengan gusto?
Leer, Hablar y Saborear
Hélène Cixous, una escritora y filósofa, hablaba de "probar las palabras" al escribir. Decía que, al elegir una palabra, la "saboreaba" antes de decidir si era la correcta. Si has intentado escribir un poema o un mensaje importante, tal vez te haya pasado lo mismo: pruebas distintas palabras hasta encontrar la que "sabe mejor" en el contexto adecuado.
Este vínculo entre leer y saborear también se ve en la manera en que algunos textos nos "dejan un buen gusto" o una "sensación amarga". Las palabras no solo se entienden con la mente, sino que también se sienten en el cuerpo.
El término stylangue es un neologismo que surge de la combinación de stylus (en latín, "estilógrafo" o "instrumento de escritura") y langue (en francés, "lengua" tanto en el sentido anatómico como en el lingüístico). La palabra juega con la doble función de la lengua humana: por un lado, como órgano físico dentro de la boca y, por otro, como sistema de comunicación lingüística.
Contextualización del concepto
A través de la obra de filósofos como Jacques Derrida y Edmund Husserl, se cuestiona la dicotomía tradicional entre el habla (asociada a la presencia y la inmediatez) y la escritura (relacionada con la ausencia y la huella diferida del lenguaje).
La noción de stylangue encaja en esta reflexión al proponer que la lengua humana, más allá de ser un mero instrumento del habla, también actúa como un medio de inscripción, similar a un lápiz o una pluma. Así como un estilógrafo deja marcas en el papel, la lengua deja huellas dentro de la boca cuando pronuncia palabras. Este acto de escritura bucal implica que el lenguaje hablado no es puramente oral, sino que también contiene una dimensión material, táctil y gustativa.
Relación con otros conceptos
- Palimpsesto oral: La boca es vista como una superficie de escritura donde las palabras pueden ser inscriptas y reinscriptas, similar a un pergamino reutilizado en la antigüedad.
- Saboreo del pensamiento: La lengua no solo articula sonidos, sino que también prueba y saborea las palabras, en un sentido tanto literal como metafórico.
- Telepatología: La escritura con la lengua en la boca no solo se inscribe en el cuerpo del hablante, sino que puede transmitir significados de manera indirecta, en una especie de "telepatía" literaria.
Implicaciones filosóficas
La idea de stylangue desafía la supremacía de la visión como el sentido predominante en la conceptualización del lenguaje y el pensamiento. En lugar de centrarse en la relación entre lo escrito y lo visto, introduce el gusto y el tacto como modos de experiencia lingüística. Esto se vincula con la crítica de Derrida a la "metafísica de la presencia", que tradicionalmente ha privilegiado la voz y la audición como garantes de significado inmediato. En contraste, el concepto de stylangue sugiere que el lenguaje siempre está mediado por una escritura materializada en la boca, haciendo que incluso el habla sea una forma de inscripción diferida.
En resumen, stylangue es una metáfora filosófica que reformula la relación entre la lengua, la escritura y el pensamiento, destacando el papel del cuerpo en la producción del lenguaje y sugiriendo que cada palabra pronunciada es, en cierto sentido, una escritura efímera que se inscribe en la boca antes de desaparecer.
La Boca y el Misterio de la Telepatía
Derrida también se interesó por la telepatía, la idea de que podemos compartir pensamientos a la distancia. Quizás no en el sentido sobrenatural, sino en cómo ciertos autores logran escribir de una manera que sentimos que nos "hablan directamente". Cuando leemos un poema o un libro que nos conmueve, es como si el autor estuviera transmitiendo sus pensamientos y emociones más allá de las palabras escritas.
El Gusto de la Vida y la Muerte
Al final, el habla y la escritura están siempre conectadas con la vida y la muerte. Derrida decía que "escribir es un poco como morir", porque las palabras quedan fijas en el papel, sin la voz de quien las dijo. Pero también podemos verlo de otra manera: escribir nos hace vivir más allá del presente, porque nuestras palabras pueden ser leídas en el futuro, incluso cuando ya no estemos.
Hablar, escribir y leer son actos que no solo nos comunican, sino que también nos hacen sentir. Y, como hemos visto, muchas veces esas sensaciones tienen sabor. Así que la próxima vez que leas un libro o pronuncies una palabra, pregúntate: ¿A qué sabe?
Comentarios