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Foto del escritorLeticia Lima

Cómo la filosofía cambió mi vida


Al hablar de filosofía, muchas personas podrían pensar en densos textos, preguntas sin respuesta y discusiones infinitas sobre la existencia. Pero para mí, la filosofía es lo que conecta el mundo que veo con el que quiero entender. Es un campo de descubrimientos constantes.


Recuerdo esos días en la secundaria, cuando el estudio de la filosofía no era más que una materia en mi horario. Pero a medida que avanzaban las clases, me di cuenta de que cada vez que el profesor mencionaba un nombre o un concepto, sentía un impulso irracional de ir más allá de lo que nos enseñaban.


No me bastaba con quedarme en la superficie; quería ir por los detalles, entender cada pensamiento y desentrañar su significado. Era como estar en un viaje en coche y, al encontrarme con una encrucijada, decidir aventurarme por un camino desconocido, esperando nuevos paisajes y descubrimientos.

Pero el universo tiene formas sorprendentes de recompensar la curiosidad. Gracias a mi insaciable apetito de saber, tuve la oportunidad de ser reconocida por mi trabajo, siendo invitada a seminarios fuera de mi ciudad, donde presenté mis reflexiones junto a colegas y profesores. Para una chica del interior como yo, esto era algo inimaginable; nunca pensé que un amor por la filosofía me llevaría tan lejos.


El tiempo pasó, y la universidad se convirtió en un nuevo desafío. Recuerdo cuando me enfrenté al libro de Hume, un texto que en principio parecía indescifrable. Pero la filosofía me había enseñado a no rendirme, a creer en mi capacidad de comprensión. Así que lo leí una, dos, tres veces... y finalmente lo entendí. Resolver ese rompecabezas fue como desbloquear una parte de mí que no sabía que existía, una capacidad de perseverancia y determinación que ahora atesoro.


Hoy, la filosofía sigue siendo una compañera fiel, incluso en mi faceta como artista. Cuando la inspiración escasea, encuentro refugio en las palabras de Agamben, Foucault o Didi-Huberman. Sus textos, sus reflexiones, se convierten en el estímulo que necesito para dar vida a nuevas historias y conceptos.


La filosofía no solo cambió mi vida: me mostró quién soy y me dio herramientas para enfrentar cada desafío. Nos enseña a mirar más allá de lo evidente, a cuestionar, a explorar. Y gracias a ella, encontré mi voz, mi pasión y, sobre todo, a mí misma.


Lo que para mí fue la filosofía, para otros puede ser algo completamente diferente. Puede ser que para ti sea la música, el teatro, la pesca, el deporte o cualquier otra práctica o conocimiento. Lo esencial no es el vehículo, sino el viaje: esa búsqueda incesante que te permite ubicarte en el mundo y, sobre todo, te proporciona nuevos saberes sobre ti mismo. Es ese fuego interior, esa pasión que nos empuja a querer más, a conocer más y a superarnos. Lo que realmente importa es encontrar ese algo que despierte en ti el deseo de explorar, de cuestionar y de crecer. Al final, es a través de estas pasiones que descubrimos quiénes somos realmente.






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